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Luchar contra la ablación en África

Nice Nailantei Leng’ete fue considerada por la revista Time una de las 100 personas más influyentes del mundo. El motivo, luchar contra la ablación, la mutilación genital femenina que según cifras de la ONU han sufrido 200 millones de mujeres en el mundo. Y este número puede quedarse corto ya que son muchas las comunidades, regiones y países en las que es un tabú y no se menciona, por lo que realmente pueden ser muchas más.

Nice Nailantei Leng’ete es una guerrera masai de Kenia de 28 años, de niña se salvó de sufrir la ablación huyendo dos veces de esta ceremonia. Se enfrentó a su familia, a su comunidad y a ser repudiada por ser impura. Pero salvarse ella no fue suficiente, su trabajo en Amref Health Africa ha salvado a 15.000 niñas del “corte”, así como del matrimonio infantil, ya que en muchas zonas, la ablación en adolescentes es el primer paso para casarse con el marido impuesto.

Nice se ha ganado el respeto de los ancianos de la aldea, la escuchan y su voz ha sido la herramienta para cambiar esta ceremonia considerada como la transición a la mayoría de edad, por otras en las que no se realiza esta práctica. Perdió a sus padres y en lugar de asumir la norma, hizo frente a su comunidad lo que hizo ganarse la admiración de los ancianos y hombres. De hecho, fue la primera mujer en su comunidad en recibir un palo negro para hablar ante sus líderes. 

Y desde su comunidad ha llevado su voz de una manera global para terminar con la ablación. Nice Nailantei Leng’ete es sólo uno de los nombres de mujeres africanas que han roto con las tradiciones y luchan para terminar con la mutilación genital femenina. Mariame Sakho, Fatmata Bangura, Angela Gichaga, Bishara Sheikh Hamo, Omnia Ibrahim…

El listado es cada vez más amplio, mujeres africanas poderosas, víctimas ellas mismas de la ablación y de sus consecuencias que le dicen al mundo que esta práctica tiene que terminar. Una forma de violencia contra las mujeres no es tradición; la mutilación genital femenina es una violación a los derechos humanos, y cuando es infligida a menores de edad, es abuso infantil. Pese a ello, tres millones de mujeres al año están en peligro de sufrirla. Ahora son muchas las mujeres que se levantan y gritan. Y, por fin, son escuchadas.

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