Créditos fotografía: Yousuf Karsh
“No hay patente. ¿Acaso se puede patentar el sol?”, así de contundente fue Jonas Salk cuando le preguntaron por qué decidió rechazar la patente contra la polio. Renunció a unas ganancias de 7.000 millones de dólares porque su manera de “hacer ciencia” era destinarla al beneficio universal.
La filosofía de Jonas Salk, por encima del negocio, está enmarcada en ciencia en open-access o en abierto, una forma de investigación que empieza a ganar terreno, buscando la colaboración y cooperación a favor de un beneficio común.
En 1988 la OMS emprendió un programa mundial de erradicación de la polio. La doctora Gro Harlem Brundtland, entonces directora general de la OMS, cifraba en más de mil los niños a los que la polio dejaba paralíticos a diario. De esos más de 350.000 niños en 1988 se pasaron a los 33 casos notificados en 2018. Sesenta años después de la invención de la vacuna de Jonas Salk, la polio ha dejado de ser una enfermedad de gran magnitud que afectaba a decenas de países. El trabajo de Salk tiene responsabilidad de ello, un trabajo del que no quiso obtener ganancia económica.
Sé el primero en comentar